Seguridad desde un enfoque reactivo: ¿Más Policías o Mejores Oportunidades?

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Desde una visión macroeconómica, el Producto Interno Bruto (PIB) no solo es un indicador frío de producción y riqueza, también es un termómetro del bienestar social y, en muchos casos, de la seguridad ciudadana.

Es decir, un país crece o decrece en términos económicos cuando se tienen cifras positivas, el Estado tiene mayor capacidad para invertir en instituciones policiales, programas de prevención del delito, infraestructura urbana segura y políticas sociales que reduzcan la desigualdad.  Por el contrario, el decrecimiento económico suele traer un panorama adverso.

La seguridad ciudadana no puede desligarse de la economía. Conceptos como violencia y delito no se entienden únicamente como problemas de orden público, sino como fenómenos sociales profundamente vinculados a la estructura económica.

Para entrar en materia, días atrás se dio el anuncio de un crecimiento del 3,2 % en el presupuesto nacional de Costa Rica, que permitirá destinar más recursos a seguridad, educación e inversión social, pone en evidencia la estrecha relación entre economía y seguridad ciudadana.

Gobiernos de muchos años en nuestro país han visto la seguridad como una moneda de cambio, como algo reactivo, y no enfocan los esfuerzos a realmente el problema medular.

Aunque políticamente popular, esta estrategia ataca las consecuencias de la inseguridad (el delito) en lugar de sus causas profundas (la desigualdad y la falta de oportunidades de empleo y bienestar social), arriesgando el bienestar a largo plazo por una frágil sensación de calma inmediata.

Es innegable que la percepción de inseguridad ha aumentado, los habitantes ven la inseguridad y crimen organizado como uno de los problemas más grandes en nuestro país, y la respuesta más instintiva, tanto para la gente como para los políticos, es pedir «mano dura» y más presencia policial.

El gobierno destina una suma considerablemente mayor a los cuerpos policiales y a los medios de control del aparato de seguridad del país, mientras que pilares del desarrollo como la educación, la inversión pública y privada que generaría empleo directo e indirecto, y los programas sociales ven sus recursos limitados o recortados.

La pregunta a realizarse como ciudadanos responsables es:

¿Estamos realmente visibilizando la seguridad con un enfoque integral o solo estamos comprando seguridad como estrategia política?

El Círculo Vicioso del decrecimiento Social.

La desigualdad económica, desempleo, la falta de educación de calidad y el aumento de la criminalidad son variables correlacionadas. Un sistema educativo debilitado y la falta de programas sociales que ofrezcan alternativas a los jóvenes en riesgo no son problemas separados de la inseguridad; son su caldo de cultivo.

Al desfinanciar estas áreas, el Estado debilita las principales herramientas de prevención del delito. Se crea una «fábrica» de exclusión que, años más tarde, alimentará las filas de la delincuencia que hoy se pretende combatir con más policías, la misma cura de siempre.

Debemos tener presente que un joven que termina la secundaria gracias a una beca o un programa de apoyo no solo es una persona menos en riesgo de delinquir, sino un futuro contribuyente, un innovador potencial y un pilar para su comunidad. La inversión en educación es una inversión en crecimiento económico y en seguridad a futuro.

Sin embargo, siempre se ha visualizado que más policías, penas de cárcel más altas son la cura a la enfermedad.

El aumento de la criminalidad es un síntoma de una sociedad con fracturas. La decisión presupuestaria, tal como fue analizado al leer la noticia que describe el incremento del presupuesto en temas de seguridad, demuestra que se está invirtiendo todo el esfuerzo en aliviar el síntoma (con más fuerza policial) en lugar de curar la enfermedad (la exclusión social y económica).

Como ciudadanos, y de cara a las próximas elecciones presidenciales, debemos comprender que la verdadera seguridad ciudadana es el resultado directo de una sociedad más justa, educada y con oportunidades para todos.

Se debe exigir un debate nacional sobre qué tipo de seguridad queremos: ¿una basada en el miedo y la contención, o una construida sobre la base sólida del desarrollo humano y la cohesión social?


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